Cuando decidimos ser padres, creemos que estamos listos para
cuidar, alimentar y educar a un nuevo ser, y nunca nos detenemos a pensar, que
ese nuevo ser, va a traer un sinnúmero de experiencias y aprendizaje a nuestras
vidas.
Sé que el concepto de ser padres, implica educar, formar y
conducir a nuestros hijos hacia el camino de ser una buena persona. Pero en ese
camino, es innegable que ellos nos enseñan muchísimas cosas también.
¿En qué forma nos enseñan? Nuestros hijos nos educan a ser
pacientes, desde que están en el útero, estamos esperando a verlo, pero esto
lleva un periodo de 9 meses, y aunque, nos mate la curiosidad por saber cómo es
y a quien se parece, nos hace ser tolerantes y esperar el tiempo indicado.
Apenas llega nuestro hijo, comenzamos a aprender, si llora
por hambre, frío, incomodidad o simplemente porque quiere llorar. Y no hablemos
de si hace un berrinche, tendremos que ser tolerantes para poder contenerlo y
no hacer que con nuestra impaciencia, se desespere más y no pare de llorar o de
exigir lo que quiere.
Así como cuando lo enseñamos a comer, él nos da la pauta de
cuanto es lo necesario para su alimentación, aprendemos a que no va a comer la
cantidad que comemos nosotros, y esas cantidades las debemos respetar.
Cuando se va por fin al colegio, aprendemos a ser confiados
y dejar que se desarrollen en un lugar en el cual no está con nosotros, pero
debemos de confiar en los maestros y la institución en las que los metemos y
esperar la hora de la salida para saber cómo fue su día y que aprendieron.
También aprendemos a respetarlos, y saber que a cada edad
que vivan, les corresponde tomar decisiones, como elegir que ropa ponerse y
aunque en ocasiones pensemos “en serio ¿te vas a ir a si a la comida?????, Es la
camisa de siempre………”, debemos de respetar, si no jamás serán capaces de tomar decisiones
en cosas más importantes más adelante.
Cuando llega la adolescencia….. Ahí sí que aprendemos a ser
completamente tolerantes, a permitir que a pesar de nuestra experiencia de
vida, tomen decisiones que sabemos en ocasiones, que no van a acabar en nada
bueno, pero que al final del día, va a aprender y eso los hará crecer y
madurar. Te hacen ir a cursos, leer libros y todo aquello que se relacione con
saber, qué es lo que les pasa, y porque comienzan a cambiar tanto, por que
lloran y se ríen con una diferencia de minutos. Porque nos asustamos a veces de
cosas que hacen y no comprendemos, también aprendemos a confiar en su juicio,
aunque pensemos que no están listos y los dejamos volver a casa de madrugada, y
sabemos que de una u otra forma lo tienen que hacer.
Nos enseñan a sentirnos orgullosos, con la cantidad de
satisfacciones que nos dan, en la escuela, en los deportes, o simplemente en
los detalles que en ocasiones, tienen con nosotros.
Nos enseñan a llorar de emoción, por los logros obtenidos y
a sentir sus desilusiones y tristezas también.
Y al final comprender que no son de nuestra propiedad, nos enseñaran a ser fuertes y a dejarlos ir,
sin duda, tendremos que soltarlos y decirles adiós.
Cuando se convierten en adultos, nos siguen enseñando que valió
la pena confiar en ellos y que ahora les toca enseñar y aprender a enseñar.
Ahora dime….. ¿Verdad que los hijos son los mejores maestros
de los padres?
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